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viernes, 1 de marzo de 2013

El dios del sol y el pescador

Este fragmento proporciona un retrato muy revelador de las relaciones entre los dioses, los animales y el hombre, al mismo tiempo que ofrece una interesante visión del humor irónico de los hititas, así como de las costum-bres que giraban en torno a la llegada de un nuevo miembro de la familia.

Simige, el dios del sol, miró desde el cielo para ver cómo pastaba una vaca, lo que despertó en él un enorme apetito sexual. Tras descender a la Tierra en forma de un hombre joven, abordó a la vaca y le exigió saber con qué derecho pastaba en su prado. Más tarde, atrapó al ani­mal y se apareó con él, y, nueve meses más tarde, la vaca parió.
Impresionada al descubrir que su ternero tenía sólo dos patas, la vaca intentó matarlo y comérselo, pero el dios del sol, que observaba desde arriba, intervino. Se apoderó de su hijo para ponerlo a salvo, lo acarició con ternura y luego lo dejó en un montículo con hierba, rodeado de serpientes venenosas a modo de guardianes.
Un pescador sin hijos que pasaba por allí se llenó de rego­cijo al encontrar al bebé que llevaba tanto tiempo esperando. Tras dar las gracias a Simige por su buena suerte, se llevó al niño a su hogar, donde su esposa lo recibió con igual regocijo. A pesar de la dicha que les producía tener con ellos al pequeño, vieron una oportunidad para ganar dinero:
-Lleva a este niño al dormitorio, túmbalo en la cama y gime le dijo el pescador a su esposa-. la ciudad entera oirá tus gemidos y pensará que has dado a luz. Entonces una persona nos traerá pan, otra nos traerá cerveza y el resto nos traerá tocino. En efecto, tal y como habían imaginado, la comuni­dad respondió:
-¡La esposa del pescador ha tenido un bebé! La esposa del pescador ha tenido un bebé!
La ciudad entera acudió a la casa de la pa­reja y los agasajó con regalos.

0.082.4 Anonimo (mesopotamia)

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