En el principio de los tiempos existían el
arado y la tierra, de cuya unión nació el mar y, poco el después, el dios del
ganado y la ciudad eterna de Dunnu. El dios del ganado hizo el amor con su
madre, la Tierra, mato a su padre, el arado, y se casó con su hermana, el mar.
En la siguiente generación volvió a repetirse esta secuencia de hechos cuando
el hijo del dios del ganado, el dios de las ovejas, mató a su padre y se casó
con su madre, el mar. De generación en generación fueron apareciendo diversos
dioses s acunes que, después e adoptar el nombre de los diferentes rebaños que
pastaban en los campos, fueron matando a sus respectivos padres y casándose con
sus hermanas o con sus madres, las cuales, a menudo, encarnaban un elemento
destacado del paisaje, como un río, un árbol o un prado.
Aunque
se desconocen muchos detalles del mito, lo cierto es que es una alegoría de los
cambios estacionales que se suceden lo largo del año.
Hasta
que un día este modelo se modificó de forma abrupta cuando uno de los dioses, en lugar de matar al padre para
usurpar su poder y casarse con su madre, se limito sencillamente a encerrarlo.
Este hecho coincidió con la fiesta del año nuevo, que los babilonios celebraban
en abril de lo que se desprende que este mito se recitaba durante el festival
de año nueno. Ahora bien, dado que el resto del texto no se ha conservado, se desconoce
la trascendencia exacta de esta interrupción en el ciclo de parricidios.
De este
mito se desprende una vez más la impresión general, presente también en el Enuma Elish, de que los mitos de la
creación tenían una dura lectura política y de que, en el fondo, servían para
ensalzar una ciudad determinada al otorgarle un papel fundamental en la historia.
De acuerdo con esta versión de la creación, los dioses asesinados descansaban
en Dunnu. Ello explica que el origen del mundo se encuentre estrechamente vinculado
a la aparición de la ciudad.
0.082.4 Anonimo (mesopotamia)
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