Las
tribus de la cuenca del Amazonas que hablaban jíbaro creían que una mujer
bajita y gorda llamada Nunghui, quien gozaba de poderes sobrenaturales,
introdujo la mandioca en el mundo. A pesar de su aspecto, era muy querida
porque su hijo podía producir mandioca con solo pronunciar su nombre.
Un día,
Nunghui tenía que llevar a cabo un recado y, antes de salir, les pidió a
algunas de las mujeres de la aldea que cuidaran de su hijo mientras estaba
fuera. Sin embargo, mientras estaba bajo sus cuidados, un grupo de niños
celosos del talento del pequeño irrumpió en la cabaña en la que se encontraba
y le tiró ceniza a los ojos, lo que provocó su muerte.
La
comunidad no tardó en empezar a sufrir en sus propias carnes la fechoría de
los niños, ya que la mandioca era un ingrediente esencial de su dieta. Al no
saber cómo cultivarla ellos mismos, comenzaron a sentir hambre. En su
desesperación, buscaron a un chivo expiatorio al que culpar por el desastre,
y decidieron que fuese la desafortunada Nunghui, quien, como castigo por perder
de vista a su hijo, fue condenada a vivir bajo tierra.
De
manera fortuita, el castigo supuso la salvación de la tribu, ya que, a partir
de ese día, Nunghui extrajo a la superficie la mandioca y bailó con sus raíces
para que crecieran. Los campesinos aún realizan ritos para atraerla a sus
terrenos y garantizar así una cosecha copiosa.
Otros
pueblos, y en especial los que habitan en el noroeste
del Amazonas, cuentan con diferentes relatos acerca del origen del cultivo de
este tubérculo. Según ellos, la mandioca creció del cadáver de un niño blanco
que nació de una virgen, o bien de una doncella que pidió ser enterrada viva.
0.081.4 Anonimo (sudamericano)
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