Cuando
era un joven príncipe, Pachacuti no era el heredero directo del trono, sino que
subió al poder cuando un ejército de la vecina Chanca atacó la capital inca,
Cuzco. Cuando el heredero legítimo huyó, Pachacuti lideró la resistencia y
derrotó a los invasores con gran superioridad, y a partir de ese momento, nunca
renunció al poder.
Aunque
para levantar el imperio tuvo que derramar mucha sangre, lo cierto es que se
ganó también una sólida reputación como gobernante humanitario. Cuenta una
historia cómo, mientras viajaba por la provincia de Ica, quedó impresionado
ante la belleza de una chica que trabajaba en los campos. Los cortesanos
corrieron hacia ella para comunicarle que había tenido el honor de ganarse el
favor del soberano, pero, a pesar de todos los obsequios de valor que le
ofrecieron, la joven rechazó las proposiciones del soberano, alegando que
estaba enamorada de otro hombre.
Los
asistentes del monarca esperaban que éste la castigara, pero ensalzó la
constancia de la chica y le ofreció que eligiera la recompensa que deseara. La
joven, en lugar de pedir oro o joyas, dijo que lo único que deseaba era agua
para su aldea, que estaba situada en una región árida. Complacido, Pachacuti
ordenó a 40.000 soldados que cavaran canales de riego para abastecer a la
comunidad todo un año. O eso es lo que cuenta la historia, pues, en realidad,
los canales precedieron a los incas en varios cientos de años.
0.081.4 Anonimo (sudamericano)
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