Incluso
en la actualidad, es difícil no maravillarse ante los extraordinarios logros
arquitectónicos de los incas, y la impresión que podamos tener hoy en día no es
nada comparada con la que debieron de sentir los soldados españoles que conquistaron el Imperio inca en el siglo XVI.
La construcción que más les impresionó fue la fortaleza de Sacsahuamán, que
presidía la capital imperial de Cuzco. Erigida con enormes bloques de piedra,
algunos de los cuales pesaban más de cien toneladas, maravilló a los
conquistadores con su descomunal mole, hasta el punto de que algunos la
denominaron la octava maravilla del mundo. Sin embargo, una de las piedras destinadas
a su construccibón nunca llegó a su lugar, sino que permaneció en una meseta
frente a la fortaleza, tan agotada de su largo viaje desde las minas, según
afirmaban los habitantes de Cuzco, que tuvo que detenerse a descansar y lloró sangre
del esfuerzo realizado.
De
acuerdo con el inca Garcilaso de la Vega, la realidad fue aún más trágica. De
hecho, los trabajadores que la estaban transportando la dejaron allí en forma
deliberada, después de que ocurriera un desastre durante el trayecto, cuando la
enorme roca se soltó desde una montaña y aplastó a muchos de los que la arrastraban.
De acuerdo con el historiador, eran estas víctimas (que sitúa en unas 3.000)
quienes lloraban lágrimas de sangre, y la piedra permaneció aislada fuera de
la capital como monumento en su memoria.
0.081.4 Anonimo (sudamericano)
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