El gran poder de Indra quedó menguado por
la maldición de un poderoso sabio. Los dioses temían que, si su líder se
debilitaba, acabarían siendo derrotados por sus enemigos los demonios, por lo
que Visnú les ordenó que batieran el mar de leche para crear una bebida divina:
el soma o amrita.
Tan
ardua era la tarea que Visnú ordenó a los dioses y a los demonios que
llevaran la montaña Mandara a la orilla del mar para remover con ella el agua.
La colocaron encima de la espalda del rey de las tortugas, Kurma, una de las
diez encarnaciones de Visnú, y utilizaron a la gran serpiente Vasuki a modo de
cuerda para envolver a la montaña y batir así las aguas. Cuando se cansaron de
la boca de Vasuki surgió un relámpago que desató una refrescante tormenta de
lluvia. Los árboles de la montaña Mandara se desprendieron de sus raíces con
el movimiento y, al rozarse los unos con los otros, provocaron un incendio. Muy
pronto, la montaña completa quedó en llamas y todos los animales y plantas que
vivían en ella fueron destruidos. Cuando hidra extinguió el fuego con su lluvia,
los jugos de Los árboles y las plantas fluyeron hacia el mar y empaparon a los
dioses, que se volvieron inmortales.
Cuando
los dioses y los demonios batieron el mar, surgió la Luna, seguida del Sol; mas
tarde apareció la diosa Lakshmi, quien se convirtió en la esposa de Visnú.
Luego llego el corcel blanco de Visnú v el elefante blanco Airavata, que Indra
reclamó para sí. Brotó un Flujo de veneno de color azul, pero antes de que
pudiera devastar la Tierra Siva se lo tragó y lo retuvo en la garganta, motivo
por el que recibió el nombre de Nilakandia («garganta azul»). Por último, el
sanador divino Dhanvantari emergió del mar portando una taza llena de soma.
Los
astutos demonios dieron la espalda a los dioses y robaron el soma. Visnú, disfrazado de seductora
mujer, logro recuperarlo, pero el demonio Rahu pudo al menos probarlo. El Sol y
la Luna advirtieron a Visnú de lo sucedido, y aunque Kahu resultó muerto, la
cabeza y el cuello del demonio quedaron impregnados del soma, lo que lo hizo inmortal. Así pues, huyó al cielo c hasta la
fecha mantiene una lucha con el Sol y la Luna, a los que en ocasiones incluso
se traga, de ahí el origen de los eclipses.
Más
tarde, los demonios y los dioses libraron una tremenda batalla, pero los
dioses triunfaron. Retornaron la montaña Mandara a su lugar correcto, desfilaron
de vuelta a casa con gran júbilo y el maravilloso Visnú se convirtió en el guardián
del soma.
0.004. anonimo (india)
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