Casiopea, que era muy vanidosa, solía jactarse de su
belleza y de la de su hija. Pero cierta vez fue demasiado lejos: se atrevió a
decir públicamente que Andrómeda era mucho más hermosa que las Nereidas, las
ninfas de las aguas. Y eso era algo que ninguna mujer podía pronunciar sin
recibir un castigo terrible de Poseidón, el poderoso dios griego de los mares.
Y éste se vengó, en Andrómeda, de la osadía de Casiopea, pues condenó a la
joven a ser atada a una roca para ser devorada viva por un monstruo marino.
Esta condena cra inapelable y, si no se cumplía, todo el reino sería destruido.
Entonces la inocente Andrómeda fue cubierta con las
joyas inás exquisitas del reino, llevada a la orilla del mar y atada a una
roca. Atravesada de angustia y llena de terror, quedó a la espera de su trágico
e injusto final. Cefeo y Casiopea se encerraron en su palacio para no ver el
sufrimiento de su amadísima hija. A su vez, i mplacables emisarios de Poseidón
permanecieron en la orilla para testificar cómo se cumplía la sentencia. Pero
apareció Perseo y cl atroz castigo del dios del mar no habría de infligirse.
En efecto, Perseo, hijo del dios de los dioses, Zeus,
y de una hermosa mujer mortal llamada Dánae, hija del rey de Argos, acababa de
petrificar al gigante Atlas con la cabeza de la monstruosa Medusa, a la que
previamente había decapitado él mismo, y venía volando montado en su caballo
Pegaso. Luego de pasar por el jardín de las Hespérides, atravesó un largo
desierto y desde las alturas vio las torres de una ciudad junto al mar.
Decidió, entonces, bajar a tierra para que tanto él como su alado y blanco
caballo pudieran descansar Un rato. Y cuando ya estaba cerca de la orilla,
vio, horrorizado, el cuerpo desnudo y hermoso de una muchacha -que parecía
desmayada- atada a una gran roca negra.
Por la calidad y cantidad de joyas que cubrían el
cuerpo de la joven, Perseo comprendió que debía de ser hija del amo del lugar
y, de inmediato, montó su caballo y se dirigió hacia el palacio que se divisaba
no lejos de allí y, en cuanto desensilló, pidió hablar con el rey.
Cefeo, con cara transida de dolor, aceptó recibir al
forastero. Éste se presentó y enseguida le preguntó:
-¿Por qué hay una muchacha desnuda atada a una roca?
-Esa joven es mi hija, la bella Andrómeda, y la he
tenido que entregar en sacrificio y por castigo divino a un maléfico dragón.
Este monstruo, que aparecerá de un momento a otro, devorará a mi hija o, de lo
contrario, arrasará a todo mi reino.
-Si mato al dragón... ¿me concederás la mano de tu
hija?
-Si matas al dragón, te entregaré a mi hija de buen
grado.
Sin perder ni un solo momento más, Perseo montó sobre
su brioso Pegaso y partió volando hacia los arrecifes.
Al llegar junto a la bella muchacha se quedó unos
instantes embelesado por el armonioso contorno de su cuerpo.
-¡Andrómeda, Andrómeda...! -le gritó desde su caballo,
hasta que la joven entreabrió los ojos: Soy Perseo, hijo de Zeus. No temas.
Mataré al monstruo antes de que se te acerque y vendré a rescatarte.
Pero en ese momento surgió de las aguas una criatura
tan horrenda como jamás el héroe había visto en su vida, que clavándole sus
ojos rojos y terribles, se lanzó al ataque con una dentellada feroz.
Perseo animó a Pegaso y éste pronto esquivó esa
primera brutal acometida del dragón. El desafiante guerrero se dio cuenta de
que el monstruo era más grande de lo que esperaba y que sólo con la fuerza de
sus brazos no sería suficiente para vencerlo. Así es que invocó la protección
de una diosa:
-¡Atenea, ayúdame a matar a este dragón!
Y sin esperar respuesta voló rápidamente para esquivar
las dentelladas y los golpes de cola de la horrible bestia acuática.
Era tan continuos y feroces los ataques del dragón,
que Perseo, entonces, activó su casco de la invisibilidad (que había obtenido
de la diosa Hera) y comenzó a arrojar sus flechas mágicas al cuerpo anillado
del monstruo. Todas las flechas que disparaba daban en el blanco; sin embargo,
el dragón era tan enorme y resistente, que no lograban hacerle demasiado daño.
El héroe, entonces -y siempre con su casco de la
invisibiliclad puesto, desenfundó su hoz dorada y se lanzó al ataque dando tajos
aquí y allá. La horrible bestia daba dentelladas al aire ya que no podía ver a
su atacante.
En un momento, Perseo retrocedió subiendo hasta las
nubes y desde allí se lanzó con toda la fuerza de la que era capaz y logró
cortar al dragón en varias partes de su monstruoso cuerpo. La sangre de la
bestia comenzó a manar abundantemente y las aguas del mar se tiñeron de color
escarlata.
Perseo persistió un rato más en su ataque, mientras el
dragón cada vez reaccionaba con mayor lentitud. La últimas dentelladas de la
bestia fueron muy débiles e ineficaces y entonces ésta se dio cuenta de que se
estaba muriendo. No obstante, se volvió hacia la hermosa princesa, que aún
continuaba amarrada a la roca, en un desesperado intento por cumplir su
horrenda misión. Pero el héroe se dio cuenta y con su hoz de oro y toda su
furia le cortó la Cabeza
y la mitad del cuerpo que asomaba del agua.
El dragón rugió con un último grito agónico,
hundiéndose en las aguas, y desapareció para siempre.
Perseo descendió con su caballo sobre los arrecifes,
desmontó y se apresuró a desatar a la joven. Una vez libre, la princesa apretó
su icmbloroso cuerpo contra su musculoso salvador y lo besó.
Cefeo cumplió, después, su promesa, y Perseo y
Andrómeda se casaron y tuvieron varios hijos.
0.060.4 anonimo (grecia y roma) - 016
HOLA ALUMNOS! SI ESTÁN LEYENDO ESTO ES PORQUE ACABAN DE PAGAR UNAS 20 CLASES DE LENGUA... Y ME ALEGRO POR ELLO.
ResponderEliminarEMPECEMOS CON UNA PREGUNTA MUY PERO MUY SIMPLE... CUÁL ES EL CONFLICTO DE ESTE MITO?
Idiota
ResponderEliminarQue buen mito! Agradezco el que lo haya escrito...enserio gracias!..
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