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domingo, 31 de marzo de 2013

El arcangel miguel contra el dragón

Dios padre celestial todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, señor del universo y dador de toda vida existente, tenía muchos hijos, vástagos de su pensamiento que luego los hombres llamaron ángeles.
Y entre estos ángeles había uno, el más hermoso y el que contaba con más dones divinos. Su nombre era Luzbel.
Y a pesar de que Dios amaba a todos sus hijos por igual, era a este ángel al que le había dado la más alta jerarquía de entre todos los seres de su creación.
Luzbel poseía la más dulce voz, la belleza más extraordinaria, el oído más agudo y la vista más profunda. Pero sucedió que luego de algún tiempo comenzó a mirar a sus hermanos con desprecio, pues él era mejor que ellos. Sólo Dios lo superaba.
Fue entonces cuando comenzó a tener extrañas sensaciones que lo llevaban a alejarse cada vez más de su Padre.
Y Empezó a sentir envidia de Dios.
Y cuanta más envidia sentía más se alejaba de la luz de su Padre y hasta llegó a atreverse a cuestionar las decisiones y las creaciones del único. Un pequeño fuego comenzó a arder en su interior: el fuego del deseo de hacer lo mismo que hacía Aquel que lo había creado.
Y cada vez más se alejó del amor y de la luz de Dios. Y en la oscuridad comenzó a tener pensamientos impuros y vanidosos. En la soledad aumentaban los celos contra Aquel que le había dado la existencia, Aquel que lo había dotado con lo mejor de lo mejor.
Y en esa oscuridad se inició su transformación. Su figura comenzó a cambiar al estar alejada de la luz de Dios y a nutrirse de sus negros pensamientos y de sensaciones impuras.
La envidia, los celos, la soberbia y la ausencia de luz divina terminaron por convertirlo en una criatura horrenda. Fue así que su voz perdió la dulzura donada por Dios y se transformó en un grito de terror y su aspecto perdió la belleza de Dios, degradándose hasta herir el ojo que osara mirarlo, puesto que la belleza que tenía quedó convertida en la cosa más abyecta para insultar la creación de Dios. Su piel se había escamado y endurecido, sus alas blancas y puras se transformaron en una delgada piel correosa y repulsiva, su boca se llenó de colmillos rebozantes de veneno y de ella salían dañinas bocanadas de fuego. Por último, Luzbel coronó su cabeza con cuernos.
Y quedó convertido en un ángel abominable. El primer dragón del universo.
Y en su nueva apariencia se presentó desafiante ante el Creador.
Y los ángeles del cielo se atemorizaron ante su presencia, pues dada la pureza de sus corazones, no podían creer cómo Luzbel, que antes había sido uno más de ellos, incluso, el mejor, ahora se había transformado en un insulto a la Creación Divina.
Y fue entonces cuando Luzbel desafió a Dios.
Y sucedió lo inconcebible: un tercio de los ángeles, un tercio de los más puros hijos de Dios dudaron ante el poder y la majestad representados en el Dragón, con esos cuernos coronando su cabeza y sus duras escamas como armas y la fiereza de sus garras y el fuego de su garganta.
Y ya fuera por miedo, devoción o duda, un tercio de los ángeles fueron arrastrados a su cola para servir al rebelde, tal como antes lo habían hecho con Dios.
Un tercio de los ángeles de Dios se convirtieron en ángeles de tinieblas. Y la luz de Dios que había en ellos comenzó a apagarse y se llamaron a sí mismos "demonios".
Y aquel que había sido el más hermoso de entre los ángeles tomó el nombre de Diablo.
Entonces Dios habló y dijo:
-Sólo eres un imitador puesto que no tienes verdadero poder, ya que todas las cosas que hay en el universo a mí deben su existencia. Yo soy la Verdad y la Luz.
Entonces el Diablo, comprendiendo que las palabras de Dios encerraban la más pura verdad, se llenó de más odio y más envidia aún que antes. Y esos sentimientos contagiaron a sus demonios, quienes, ante una seña del Maligno, se lanzaron contra los hijos de Dios.
Y la luz y la oscuridad comenzaron a batallar en una guerra sin cuartel, que se extendió hasta la infinidad del tiempo y los confines del espacio.
Y hubo un arcángel de Dios que al ver lo que sucedía tomó la espada de la justicia y se interpuso delante del Diablo-Dragón haciéndole frente con su fe, coraje y lealtad.
Y ante las miradas estupefactas del Diablo-Dragón y de sus demonios profirió un grito de guerra:
-¿Quién como Dios?
Fue así como el arcángel de luz que enfrentó a la oscuridad recibió el nombre de Miguel (Mikael), que significa "¿Quién como Dios?".
Y se lanzó a la batalla para arrojar al Diablo-Dragón y a sus demonios del cielo, del lugar sagrado que ya no podían seguir compartiendo los leales con los rivales de Dios.
Y la fe y la lealtad de Miguel brillaron en su ser como una armadura de luz. Y él esgrimió la espada de la justicia con firmeza, pues la fuerza de Dios lo sostenía.
Y la luz de la lealtad de Miguel fue tan brillante que alcanzó a tocar los corazones de otros ángeles que aún dudaban o temían a las huestes de la oscuridad, y también ellos, con resuelto honor, se lanzaron feroces a la batalla, pues comprendieron que sólo la gracia de Dios era la única y verdadera.
Y el Diablo-Dragón arrojó sus fuegos contra Miguel para dañarlo, para doblegarlo a su voluntad, pero la de Miguel era inquebrantable. Y los fuegos diabólicos no hicieron mella en él, puesto que la armadura de la lealtad a Dios lo protegía.
Y los dos ejércitos celestiales pelearon en todos los infinitos rincones del universo, hasta que el Diablo-Dragón y sus demonios fueron cercados por los ángeles de Dios.
Y fue en ese momento cuando Dios les manifestó a sus huestes uno de sus designios inescrutables: Luzbel y sus demonios, que no podían ser exterminados, debían ser encerrados.
Y fue así como la tierra se abrió hasta sus honduras y dejó al descubierto el infierno ardiente de sus entrañas, donde la lava bullía con la misma intensidad que el odio que habitaba en el corazón negro del Diablo-Dragón.
Y entonces Miguel, junto con los demás ángeles de luz de Dios, arrojaron al Diablo-Dragón y a todos los demonios a las entrañas de la tierra y allí fueron encerrados hasta el día del juicio Final.

Y así hoy, cuando los hombres sentimos la presencia del mal en nuestra vida y en el mundo, cuando la oscuridad de los demonios azota nuestras almas, cuando el Diablo-Dragón llena nuestra vista y nuestros oídos con mentiras, nuestro cuerpo con enfermedades y guerras, nuestro corazón con miedo y angustia, podemos implorar a Dios. Y Él nos enviará a su ejército de ángeles y arcángeles -como Miguel, para hacer justicia con las luminosas armas de la Fe, la Esperanza, el Amor y la Verdad.

0.178.4 Anonimo (biblico) - 016


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