Todos los dioses sabían que Loke era un bromista
peligroso. Pero nunca pensaron que se iba a atrever a tanto: ¡cortar la dorada
cabellera de Sif, nada menos que la mujer de Thor!
Cuando el poderoso Thor, el dios del trueno, llegó a
su mansión y se encontró a su esposa escondida en sus aposentos, llorando
desconsolada y completamente calva, su furia no tuvo límites.
-¡Has ido demasiado lejos, Loke, hijo de gigantes! ¡Si
no le devuelves la cabellera a Sif, morirás!
Y Loke se dio cuenta de que hablaba en serio.
Había solo una raza en el mundo capaz de solucionar su
proble-ma: los enanos. Ellos eran los dueños de las minas de donde se obtenían
los minerales. En sus fraguas y talleres, ocultos en cavernas en las profundidades
de la tierra, eran capaces de trabajar el metal con una combinación de arte y
magia que producía las más asombrosas creaciones.
Loke decidió recurrir a sus amigos, los hijos de
Ivald, enanos con extraordinarios poderes. El precio fue alto, pero los enanos
cumplie-ron con el trato. No solo le entregaron una maravillosa cabellera
dorada, capaz de crecer como pelo verdadero una vez que estuviera en la cabeza
de la pobre Sif ,
sino que le dieron además otros dos regalos mágicos con los que Loke pudo jactarse
en Asgard, la morada de los dioses.
-¡No hay otros enanos que tengan los poderes de los
hijos de Ivald! -decía Loke, que todavía no había mostrado sus tesoros.
Brok, el enano, se sintió ofendido.
-No sé qué te han dado los hijos de Ivald. ¡Pero sé
que mi hermano Eitin puede hacer eso y mucho más! Nadie como él es capaz de
trabajar el oro, la plata, el bronce y el hierro.
-Te apuesto la cabeza a que tu hermano Eitin no
consigue tres objetos mágicos mejores que los míos -dijo Loke.
-¡Acepto la apuesta! -le contestó Eitin.
Y se lanzó a buscar a su hermano por los oscuros
caminos de túneles que unen las cavernas del mundo de los enanos. Encontró a
Eitin trabajando en su fragua.
-Puedo superar cualquier cosa que hayan hecho esos
tontos, los hijos de Ivald. Voy a necesitar tu ayuda. Será necesario soplar la
fragua constante-mente con el fuelle, sin parar ni un instante. Pero después de
esforzarme con el martillo para realizar cada uno de los trabajos, me veré
obligado a descansar.
-Yo me encargo del fuelle -aseguró Brok, creyendo que
sería muy sencillo.
Entonces Eitin martilló metal furiosamente sobre la
piel de un cerdo, la puso en la fragua y se echó a descansar dejando a Brok a
cargo del fuelle.
Pero mientras Brok trabajaba echando aire, un enorme
mosquito entró y lo picó en la mano causándole gran dolor. A pesar de todo,
Brok no dejó el fuelle y cuando Eitin se despertó, sacó de la fragua un
misterioso y enorme jabalí de metal con cerdas de oro puro.
El segundo trabajo fue un anillo de oro y aunque el
terrible mosquito picó a Brok en el cuello, no consiguió que dejara de soplar
con el fuelle. Pero cuando el tercer trabajo, un martillo de hierro, estaba en
la fragua, el mosquito gigante picó a Brok en el párpado y lo hizo sangrar,
nublándole la vista. El
enano aguantó valientemente todo lo que pudo, pero al fin tuvo que dejar de
echar aire por un instante para enjugarse la sangre de la frente.
-¡Tonto! -gritó Eitin cuando se despertó. ¡Ese
mosquito era Loke! ¿No sabes que el muy pícaro siempre se transforma para
obtener lo que quiere? Por suerte el martillo estaba casi terminado cuando
dejaste el fuelle. El mango quedó un poco corto, pero servirá. Se llamará
Mjolnir.
Y llegó el momento de la gran decisión. En Asgard se
reunieron los dioses, sentados en sus tronos brillantes, para decidir quién
había traído los mejores regalos.
Loke presentó los objetos realizados por los hijos de
Ivald: la cabellera de oro, una espada y un barco. Apenas Thor puso la
cabellera sobre la cabeza de su esposa, el pelo empezó a crecer como si siempre
hubiera estado allí. La espada se llamaba Gungner y jamás erraba un tajo.
Pero el barco..., ah, el barco era algo especial. Se
llamaba Skid-bladner y tenía la virtud de ir siempre hacia donde dueño le
ordenaba, aunque... no hubiera viento o con el viento en contra, aunque las mas
fuertes corrientes marinas se opusieran a su ruta. Pero, además, el barco Skidbladner
se podía doblar como si fuera de papel y guardarse en un bolsillo.
Loke estaba muy contento y seguro de que Brok no podía
traer nada mejor. Y sin embargo...
Brok mostró un anillo de oro puro. Parecía un anillo
común, aunque muy valioso y pesado.
-Cada nueve noches -explicó, este anillo produce ocho
anillos exactamente iguales a él. Empezando ahora mismo.
Y todos vieron cómo el anillo se reproducía
extrañamente.
Después mostró el jabalí de metal.
-Este jabalí es capaz de correr más rápido que el
caballo más veloz. Y no solo en tierra: también por el aire y por el mar, de
día y de noche, iluminando la oscuridad con el brillo de sus cerdas.
Pero lo mejor de todo fue el martillo que Brok puso en
las manos de Thor. Mjolnir jamás erraba un golpe. Era capaz de destruir
cualquier cosa que se le pusiera delante, grande o pequeña, ya fuera un enemigo
o una montaña. No importa cuán lejos se le arrojara, volvería siempre a la mano
de su amo. Además, se hacía tan pequeño que se podía llevar escondido en la
ropa.
El tribunal de los dioses decidió que Brok había
ganado la apuesta. Loke
debía pagar con su cabeza.
-Puedes llevarte mi cabeza -dijo Loke, burlón. Siempre
que no toques mi cuello. Mi cuello no entró en la apuesta para nada.
El tribunal tuvo que aceptar que Loke tenía razón.
Pero Brok, furioso con la burla del gran bromista, decidió coser sus labios con
un punzón y una tira de cuero. Los dioses estaban un poco hartos de las bromas
y las jactancias de Loke y pensaron que llevar la boca cosida por un tiempo no
le vendría mal. De modo que le permitieron a Brok llevar a cabo su venganza. Y
eso que todavía no sabían los males que el malvado Loke traería un día a
Asgard, su resplandeciente morada.
0.079.4 anonimo (vikingo) - 059
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